En momentos como este, me resulta difícil pedirle a mi soledad que se vaya por la ventana, porque aunque lo hiciere, dejaría un suave y martirizante aleteo que bastaría para tenerme intranquila el resto de la noche; En momentos como estos es cuando odio observarme, porque entonces solo me recuerdo que transitoriamente sigo aquí encerrada esperando cambios que jamas sucederán, esperando consuelo de alguien que hace mucho dejo de existir y de preocuparse por mi. En tiempos de tregua como este, trato de llenarme de ilusiones baldías solo para tener una razón estúpida por la cual despertar mañana, una razón por la cual saborear el salado de mis lagrimas y no dejarlas correr para forma un pequeño y asfixiante mar. En noches como esta, lo recuerdo todo... y duele tanto que quisiera solamente morir de tanto dolor; un dolor que a travez de los años se va alimentando para convertirse en un delirante trastorno traumático.
En ocasiones me pregunto cuanto tiempo faltara para ese ultimo día, me cuestiono incansablemente sobre lo que sucedera después, y esas ansias de querer llenarlo todo es lo que sencillamente me ha conducido a errores imperdonables, a situaciones inmensionables incluso para la persona mas errada de este mundo.
En ocasiones me pregunto si tus palabras seguirán llegando cada mañana para recordarme que también saldra el sol, me pregunto sobre como continuas creyendo en alguien que jamas ha creído en si misma, me intriga el saber que esperas resultados de tu peor paciente, e irónicamente me rio de verte centrado en la ilusión de pensar que algún dia las sombras se marcharan y lo único que quedara será un espejismo de colores imaginarios que se han venido formando durante todos estos años.
Erika Zúñiga Lee
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el día que mueras robare tu alma
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