lunes, 11 de abril de 2011

Mi doncella

Frente a mí se encuentra la mujer más linda que he visto en todo el mundo, pero sus ojos grisáceos ya no inspiran ternura como antes, ahora solo reflejaban el aura de la muerte.

Amy siempre había sido ese tipo de amante perfecta, que creía en el amor sangriento, quien predicaba con el riesgo de cada día y por ese mismo riesgo su amante más apasionado se había atrevido a colocar un arma en su cabeza y tirar el gatillo hasta terminar las balas.

Las noches en la ciudad últimamente eran frías, cargadas de lluvia, infestadas de relámpagos que supieron cubrir los disparos, atestadas de brisa que ocultaron a la perfección cada uno de los sollozos de mi preciosa doncella al sentir las balas cargadas de rabia atravesando su cuerpo.

¿Acaso es un delito dejar de amar?, yo solo pienso que el delito más grande es amar, pero sin embargo es el más bello de todos, es un delito útil y necesario por el cual jugamos cada día nuestro corazón, nuestra vida e inclusive nuestra alma.

Amy es mi porcelana más preciada, y aun en su lecho de muerte ella sigue siendo perfecta. Su cuerpo pálido se encuentra frente a mi tirado en la cama, con la mirada perdida en algún lugar lejos de aquí, con su cabello negro que aún hace gala a la vida, con una de sus manos cerradas sosteniendo una rosa que logra llevar sus pétalos blancos hasta uno de sus labios donde la sangre que fluye de su cráneo convierte la escena en un cuadro de fotografía perfecta que a ella le hubiera encantado captar.

Su sangre ha dibujado cuadros abstractos en las sabanas blancas que cubren la cama que fue testigo de sus sueños, de su amor, de su llanto, y de su muerte. Así como lo fui yo, un fiel compañero que jamás la abandono, que jamás dejara de amarla, un compañero impotente ante la muerte, débil ante todas las cosas.

Confieso que tengo miedo de acercarme para sentir su piel fría, tengo miedo de no volver a verla más, de no volver a jugar entre su cabello sedoso, ni de sentir sus dedos pasar delicadamente en mi cabeza.

Siempre me pregunte qué cosa eran los celos, y ahora lo comprendo perfectamente. Pues siento celos de esa rosa que acaricia sus labios, siento celos de las sabanas que se humedecen con su sangre, siento celos de las balas que están dentro de su cuerpo… Así que antes de morirme de celos, prefiero morir empalagado con el dulce sabor de su sangre, quiero dejar que mi lengua limpie sus mejillas, quiero peinar su cabello por última vez, quiero reflejar mi cara en el cristal de sus ojos antes de cerrarlos para que sea la única visión que se lleve de este mundo, quiero recostarme en su pecho para tratar de calentar su corazón.

Quiero dejar de ser un simple gato que sufre por su doncella, quiero convertirme en un modelo más que saldrá acompañando a Amy en el periódico, quiero olvidarme de todo, y esperar a que mi sangre se congele lentamente, hasta que mi respiración solo sea una ligera brisa que corre sin ninguna prisa.

Y aun después de haber muerto, espero poder vagar con ella por el mundo, sin ninguna preocupación, poder salir todas las noches a ver brillar la luna de plata, a escuchar los búhos que lloran en su soledad, ver como las rosas se tiñen de sangre y como la lluvia golpea a los arboles bañándolos de encanto ante la complicidad de nuestras miradas.

Erika Zúñiga Lee
Puedes copiar todo lo que quieras, pero si no me das los créditos
el día que mueras robare tu alma


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